El laberinto de Amiens
El centro, la cruz, el ángel, el obispo, los rostros delebles, las líneas negras, las líneas blancas, los muros, los corredores, el camino que avanza y no llega y se pierde y busca la periferia ansiada, atrás el centro sopla el trazo y lo atrae hacia sí, los recodos se forman, la piedra del arzobispo Fouilloy se deposita, el sueño geométrico del arquitecto Luzarches inicia, el compás, la escuadra, el hilo de plomo, los que cavan en las canteras, los cargadores de la arena y la piedra, quienes cortan el cedro, los insomnes carpinteros, los talladores de cristales, los albañiles de manos agrietadas, las preces de las muchachas menstruantes, la piel pálida y la seda del señor, la curvatura del recogedor de berros, los senos de la mujer que ordeña las cabras en mañanas cuyo fulgor es el ojo de un gallo, los gritos, los cánticos, los rezos, el miedo, el júbilo y las columnas se elevan, los arcos se traban en el aire como un inconmensurable abrazo, los vitrales abren a la luz su quebradiza desnudez, y son las flores de lis, los tréboles bordados, las barbas austeras, las miradas donde brillan sentencias seculares, las manos del ermitaño que trazan uno de los gestos del dogma, el deseo brota de los pórticos, la espiga punzante, los peces entrelazados, las copas juntas del vino, el cordero con su largo hocico, el cangrejo de patas consteladas, el perro que mea, el puercoespín de mil cuchillos bajo el altar, el árbol enmarañado, el hacha, las llaves, el cáliz, la lanza, la espada, la verga ubicua aunque escondida bajo las túnicas, la fachada se configura, del verbo nace la carne, la piedra se amasa por él, el arriba y el abajo toman dimensiones, los hombres jorobados sobre quienes el poder se apoya, éste ríe, aquél solloza, el otro suplica, ése gruñe, el de allá puja, aquel otro insulta, los patriarcas surgen rodeados de canes, chivos y vacas parturientas, y están los profetas cuya voz es un seco andamiaje de alucinaciones, los mártires vestidos de pingajos, lapidados, degollados, decapitados, quemados, atravesados por puntas que entran por el culo y salen por la boca, y más arriba la dulce sonrisa del ángel, la muchacha acariciada por el pico de la paloma, los reyes que huelen a esencias y a sangre de toros degollados, y Él en medio de los doctos, entre los comerciantes y la crápula, en medio de las putas y los proxenetas, entre los elegidos y los condenados, en sus pupilas el gesto de la verdad elemental comprendida por la piedra, las manos tocan el rabel, rasgan la lira, rozan el laúd, tapan la trompeta, hollan el órgano, estrellan los címbalos, y en el límite de lo invisible y lo visible, donde hay viento y vuelo de pájaros migratorios, los dragones gimen, de sus bocas sale azufre y agua de lluvias primaverales, el círculo por fin se eleva en lo alto, todas las estrellas se concentran en la morada de la rosa, el azul, el rojo, el blanco, el verde lamen el vidrio, se instalan en un tiempo que dura un instante o todos los siglos, y luego caen y se desparraman como un río suntuoso en el centro, allí donde yo estoy saciado y a la espera, clavado en el asombro y el hastío, allí donde está la cruz, el ángel, el obispo, los rostros delebles, las líneas negras, las líneas blancas...
NAna Rodríguez
23 Jan, 2011
PAra leer este texto necesito tomar mucho aire, es vertiginoso, se siente como la caída en un abismo..