Velázquez
El filósofo dice: "Adonde quiera que vuelvo la mirada, descubro indicios de mi vejez". Yo debería decir: adonde dirijo mis ojos, descubro los de Velázquez. Imperturbables. Devoradores de todo lo visible. Arduos como el paso del tiempo. Llenos de consuelo como las cosas que intentan nombrar el tiempo. Estoy hablando de la música y las otras bellas artes. De la lluvia y el viento hechos con la fragancia de las olivas. De las palabras que edifican el amor en un momento y la amistad a lo largo de los años. Quisiera creer, como el filósofo, que hay un placer único en este agotamiento de las pasiones. Pensar que en la degradación de los rasgos, en la progresiva pérdida de todos los encantos, la felicidad se oculta. Hace poco, el sabor de las ostras me parecía una forma del poder de los sentidos. Hace poco, yo hallaba en el goce de la carne uno de los mejores rasgos del amor. Pero ya en mis labios la palabra voluptuosidad tiene la resonancia de nostalgia. Y existe un cansancio en la frente. Y la mano tiembla al deslizarse por los barandales opulentos. Y hay un estremecimiento en la voz que la hace seria y solemne, pero también sola y quebradiza. Además está el Imperio. Basta ver mi imagen en tu tela para darse cuenta de que él, como yo, somos prefiguraciones de la muerte. No otra cosa podríamos aventurar sobre España. Todo en ella es rebelión, inconformismo, deseo desordenado de cambiar sin saber muy bien si lo buscado es mejor que lo que ahora poseemos. Ver ese fin en mi rostro acaso sea menos ostensible que sentirlo en los campos de batalla. O en el alboroto de las rúas. O en el ir y venir de los galeones por nuestros mares. En ambas, sin embargo, se adivina la muerte de España. Porque España se acaba, Velázquez. Su grandeza muere con lentitud. Se deshace ante tus ojos con melancolía. Y yo pienso en esas luces que de pronto llegan. Y tocan los objetos de una sala oscurecida. Simples objetos vueltos inolvidables en sus repentinas fulguraciones. Y luego sólo queda un silencio y sombras despedazadas. ¿Qué sucederá, pregunto, con esas lánguidas huellas de la luz? No te quedes callado, pintor mío. Haz una pausa y trata de responderme.
Felipe IV
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30 May, 2016
For an organization to succeed, each member of the organization has to be a part
of the organizations purpose and make it their
own personal purpose.